“La Atención Primaria necesita un cambio de modelo urgente”
Pilar Terceño Raposo conoce bien la Atención Primaria desde todas sus caras. Con experiencia a pie de consulta, ya que es médica de familia en el centro de salud de El Porvenir, en Sevilla capital; y como profesional implicada en numerosos grupos de trabajo y comisiones nacionales, como presidenta autonómica en Andalucía de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), que desde ayer está celebrando en Sevilla la 42 edición de su congreso anual con más de un millar de asistentes Una cita donde la sociedad espera que se recupere la labor investigadora, formativa e innovadora de Atención Primaria junto con sus valores tradicionales, algo que se ha perdido debido a que la “asistencia lo ha absorbido todo”.
La presidenta de la Sociedad Andaluza de Medicina de Familia y Comunitaria, que ha resaltado el gran honor que supone inaugurar en Sevilla el Congreso Nacional de la semFYC, ha querido lanzar un mensaje a todos los facultativos ante la situación que vive el primer nivel asistencial: “Llegamos a este Congreso con la ilusión de reencontrarnos. Es una causa de orgullo de mi especialidad y también de mi ciudad. Hay mucho trabajo detrás para que vivamos un congreso muy completo y muy rico desde el punto de vista científico, pero también desde el punto de vista de las relaciones y de la organización. La Atención Primaria está en un momento de crisis y es muy necesario que pongamos puntos en común”, destaca.
Terceño conoce bien el sector y sufre por él y su futuro incierto en asistencia, formación e investigación.
– ¿Cómo vive una médico de familia que los nuevos facultativos, ni siquiera los extracomunitarios, quieran tener algo que ver con esta especialidad?
– Pues es frustrante. Que los estudiantes que terminan la carrera prefieran no hacer nada durante un años a coger esta especialidad y que se queden plazas de Medicina de Familia sin cubrir demuestra que existe un problema. Ahí está poniéndose en entredicho el prestigio de nuestra especialidad como labor profesional porque después cuando vienen a hacer prácticas a nuestros centros de salud se quedan boquiabiertos. Descubren lo que es la especialidad porque es una desconocida para ellos. Aún así te dicen que no quieren vivir como vivimos nosotros con estos ritmos en las guardias o con unos sueldos comparativamente inferiores a otras especialidades o a otras comunidades autónomas. Es la calidad en el trabajo lo que les echa para atrás.
– ¿Qué se puede hacer para revertir la devaluación actual de la Medicina de Familia?
– Nosotros como sociedad científica podemos intentar transmitir entusiasmo y podemos cuidar de la calidad científica, pero cuidar de la calidad laboral es misión del Gobierno, de la Consejería de cada comunidad y el Ministerio de Sanidad son los que tienen que cuidar de que el trabajo en Atención Primaria no parezca una lucha continua. Y ese reconocimiento a la labor va mucho más allá de lo económico.
– ¿Qué soluciones aporta la semFYC a la falta de profesionales?
– La falta de profesionales es un problema endémico y así seguirá mientras que haya jubilándose más médicos de los que salen formados en cada promoción. Nuestra aportación como sociedad científica no puede ser más que la de aconsejar a los gobernantes sobre qué cosas hacer para que no perdamos la calidad de la asistencia porque una de las cosas a la que nos oponemos sistemáticamente es a que pueda trabajar en Atención Primaria cualquiera que no tenga la especialidad en Medicina de Familia. Comprendemos que las circunstancias hagan recurrir de forma excepcional a ello, pero no podemos apoyar que se convierta en una costumbre que haya médicos sin especialidad de Medicina de Familia atendiendo las consultas.
– ¿Cuáles son sus fortalezas perdidas de la especialidad?
– Una de las grandes fortalezas perdidas es la medicina comunitaria. Nuestro segundo apellido ha sido un mangazo. Es decir, el hecho de que el médico de familia haya dejado de hacer medicina comunitaria y se haya quedado encerrando en una consulta haciendo burocracia, papeleo y atendiendo la inmediatez y dejando de lado la atención al domicilio comunitaria porque no le da tiempo literal a todo es signo de que no lo estamos haciendo bien. Lo urgente está por delante de lo importante en este momento. Eso es una de las grandes pérdidas de nuestra especialidad. Todo lo que tiene que ver con la educación para la salud, la promoción para la salud o las campañas preventivas se ha perdido. Y es mucho más eficiente, y mucho más barato, que la gente no enferme a que haya que curarla.
– La Atención Primaria tiene además un papel de contención. Se dice que es la puerta de entrada a la sanidad pública…
– Ahí está precisamente uno de los principales problemas. Nosotros no queremos ser la puerta de nada. Nosotros queremos ser el salón de la gran casa de la asistencia sanitaria porque en la Atención Primaria donde nuestros pacientes pasan más tiempo. Es al médico que más ven, es al médico que más conocen y es el que organiza y coordina la atención con los especialistas hospitalarios, que lo ven una o algunas más veces en su vida de forma mucho más esporádica y cada uno dentro de su ámbito concreto. El médico de familia es el integrador de su asistencia y esas cosas no se pueden hacer en una puerta.
– ¿La pandemia ha enseñado nuevas formas de trabajar útiles?
– Las formas en las que hemos tenido que trabajar lo que ha hecho es precipitar algo que estaba viniendo despacito y que tuvo que llegar a marcha forzada. La telemedicina o la atención no presencial es algo que ya se venía haciendo de una forma mucho más minoritaria y en ocasiones más informal y ha llegado de una forma más establecida. Es algo que ha llegado para quedarse. Es verdad que ahora, ya desde la serenidad de haber pasado a la fase aguda de pandemia, con algo más de tranquilidad, vemos que debemos pulir muchos aspectos, pero está claro que ha llegado para quedarse tanto en la relación con los pacientes como en la relación con otro especialista de otras disciplinas. Esto es una gran ventaja. A los momentos de crisis siempre hay que sacarle algo de crecimiento y éste ha sido el que nos deja esta etapa que hemos vivido.
– ¿El sistema falla, no sólo faltan facultativos?
– Es un problema estructural que venía previéndose y, de hecho, nosotros llevamos denunciándolo y avisando de que esto iba a pasar desde hace muchos años porque esos profesionales que estaban trabajando que iban cumpliendo un año más cada año en algún momento se iba a jubilar. Había que haber planificado ese recambio generacional y no se ha hecho. Para eso hace falta mucho tiempo. Nuestra carrera tiene seis años, más un año estudiando el MIR y otros cuatro de especialidad. Tienes que tener por lo menos 12 o 13 años por delante de previsión y eso es lo que no se ha hecho.
-¿Hacia dónde mira el futuro de la Medicina de Familia?
– Lo primero es que no podemos mantener la Atención Primaria como está llevándose hasta ahora porque la evidencia del día a día nos está demostrando que no lo estamos haciendo bien, que hay que hacer otra cosa distinta. Por ahí va la línea en la que trabaja la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria. Es necesario un cambio de modelo urgente. Tenemos propuestas que están empezando a ponerse en marcha en el Ministerio para elaborar una ley específica de la Atención Primaria con la intención de que haya una serie de aspectos de este servicio que no dependan de en qué comunidad autónoma nos encontremos o de qué partido político está gobernando, sino que haya una serie de aspectos estables y garantizados. Por poner un ejemplo, un presupuesto fijo y creciente porque sin él no nos vamos a avanzar.
– ¿Cuáles serían las líneas maestras de esa futura ley?
– Aunque se está aún trabajando, podemos destacar ya la importancia de un presupuesto y un cambio de modelo asistencial orientado a resultados que aporten valor, no tanto de qué se hace sino para qué vale lo que se hace. Está claro que tenemos que dejar dedicarle tiempo, dinero y energía a cosas que realmente no benefician ni a los profesionales ni a los pacientes. Que se hacen por rutina porque se han hecho durante mucho tiempo, pero que se han quedado obsoletas. Hay que cambiar de fase.
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