Oriol Yuguero (UOC): “El principal problema de la telemedicina es la comunicación”
El jefe del servicio de Urgencias del Hospital Universitari Arnau de Vilanova de Lleida aboga por ir introduciendo las nuevas tecnologías dentro del sistema sanitario, pero sin olvidar el factor humano de la disciplina.
Oriol Yuguero es el coordinador del servicio de Urgencias del Hospital Arnau de Vilanova, en Lleida. Desde el pasado octubre, también lidera el nuevo grupo de investigación Ética, Equidad y Herramientas Digitales para la Mejora de la Salud (e-RLab) del eHealth Center, un espacio académico de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Yuguero analiza el papel que juegan las nuevas tecnologías para agilizar un sector que se vio obligado a redefinir sus bases tras la pandemia. La aplicación cada vez más evidente de los parámetros de salud digital, que Yuguero apunta que nunca pueden sustituir la humanización de la disciplina, obliga a reflexionar sobre la estructura actual del sistema.
Pregunta: ¿Existen indicadores para medir el impacto de la salud digital?
Respuesta: No es nada fácil hacerlo. En nuestro grupo estamos tratando de evaluar que la salud digital no deje a nadie fuera. Se habla mucho de que puede convertirse en una herramienta de gran ayuda para el desarrollo social, pero no podemos olvidar que todavía existe una gran brecha digital. Los indicadores que manejamos son de acceso y uso: nuestra investigación está centrada, precisamente, en buscar y proponer señales que ayuden a detectar la ineficiencia que puede tener la aplicación digital en cuestiones de salud.
P.: ¿La pandemia ha acelerado un proceso tecnológico que ayuda a frenar las diferencias sociales?
R.: Sin ninguna duda. La pandemia nos demostró que era posible la telemedicina, un modelo que hasta el momento sólo habíamos escuchado en la construcción de relatos futuros. No obstante, si bien es cierto que nos abrió las puertas de un mundo con infinitas posibilidades, también nos indicó que no podíamos dejarlo todo en sus manos. Los pacientes siguen necesitando el contacto físico y presencial: ante un dolor de barriga no hay pantalla que valga. La tecnología debe ser un complemento, y es de gran ayuda. Por ejemplo, gracias a su aplicación, vimos durante la pandemia que las tasas de vacunación o los registros por contacto cambiaban mucho según la renta de los barrios.
P.: ¿Falta educación en salud digital?
R.: Por supuesto, tanto por parte de los profesionales como de los pacientes. Para los primeros, para que no vean la salud digital como una carga más, sino como una herramienta que les pueda ayudar a desarrollar lo que realmente les gusta. Y para los pacientes, aunque todavía quede recorrido, poco a poco va cambiando la tendencia. Ahora la gente de más de sesenta años domina muy bien las herramientas digitales: a medida que la población sea más mayor, el contacto de los ciudadanos con el sistema será mucho más fácil y eficiente.
“A medida que la población sea más mayor, el contacto de los ciudadanos con el sistema digital será mucho más fácil y eficiente”
P.: ¿Qué camino debe seguir el sistema para evitar que la tecnología discrimine?
R.: El principal problema es de comunicación. Primero, debemos identificar muy bien cuáles son los colectivos que pueden ser más vulnerables, para después entender qué dificultades pueden tener para acceder a la digitalización de la salud. Es decir, descubrir qué barreras dificultan el poder hacer políticas de comunicación. Sin embargo, las instituciones también deberían promover que cualquier ciudadano pudiera tener acceso a un dispositivo digital. La telemedicina puede ser un buen recurso para territorios con gran dispersión geográfica. No podemos pedir a los ciudadanos que se impliquen en salud digital cuando no tienen conexión a la red.
P.: ¿La digitalización del sector puede perjudicar el carácter esencialmente humano de la medicina?
R.: El obstáculo consiste en dejarlo todo en manos de la digitalización. Se pueden mezclar ambas esferas. La humanización en tecnología es fundamental. Nos permite, por ejemplo, que una persona que vive a dos horas de un centro sanitario y necesita atención regular puede hablar con su médico a través de una pantalla: en vez de perder y gastar cuatro horas en transporte, lo puede hacer todo desde casa. Eso también es humanizar: pensar en las dificultades que tienen los pacientes cada vez que tienen que entrar en contacto con el sistema.
“No podemos pedir a los ciudadanos que se impliquen en salud digital cuando no tienen conexión a la red”
P.: ¿En comparación con otros sectores, el sanitario está por detrás en cuanto a la transformación digital?
R.: Es cierto que vamos poco a poco. A los profesionales todavía les cuesta hacer ese cambio de mentalidad: es un sector que siempre ha premiado y valorado mucho la presencialidad. El cambio debe hacerse de manera progresiva. En cualquier caso, sí que vamos detrás de otras administraciones, que han podido avanzar mucho porque crecen a través de trámites que sí pueden hacerse de forma virtual.
P.: ¿Faltan recursos o es un problema de gestión?
R.: Una mezcla de ambas. Es muy importante la conectividad, pero debemos pensar desde dónde nos conectamos. La mayoría de los centros de salud estuvieron colapsados durante la pandemia porque las centralitas de teléfono no admitían dos llamadas de teléfono al mismo tiempo. No habíamos contemplado que los pacientes podían hablar mucho tiempo con un médico o un enfermero a través del teléfono. Es necesaria una inversión muy importante para preparar los equipamientos, pero también falta información para que la gente sepa cómo llegar y cómo hacerlo. En resumen, es fundamental planificar cómo vamos a avanzar: las ideas parecen muy buenas, pero a la hora de la práctica cuesta mucho ponerlas en marcha.
P.: ¿La atención en domicilios es una herramienta que se contempla para la agilización futura del sector?
R.: Nosotros estamos desarrollando una aplicación que nos permite hacer una monitorización en el domicilio, porque hay pacientes que están en observación en urgencias cuando, realmente, podrían estar en casa de manera telemática. Por un lado, empoderamos al paciente, porque toma conciencia de lo que tiene que hacer. Pero también liberamos espacio para aquellos pacientes que necesiten una intervención urgente. Esto nos va a permitir cambiar flujos y mejorar. Probablemente, los equipos de atención a domicilio van a experimentar un cambio muy importante en los próximos años gracias a esta digitalización. La gente quiere estar en su domicilio cuando se está intentando recuperar.