Las videconsultas en urgencia, una práctica que preocupa a los pacientes: “Es un peligro”
El Hospital Rey Juan Carlos es uno de los cuatro hospitales madrileños en los que se aplica el modelo de atención no presencial en urgencias desde la pasada primavera, junto con el Hospital de Villalba, el Infanta Elena y la Fundación Jiménez Díaz. Además, el pasado mes de julio se llevó a cabo un proyecto piloto en el Hospital del Tajo, que también es público, como los otros cuatro, pero a diferencia de ellos no está gestionado por un grupo empresarial privado.
Impulsada por la irrupción de la pandemia y su impacto devastador en hospitales y centros de atención primaria, la telemedicina comenzó a afianzarse en todas las comunidades autónomas a partir del año 2020, aumentando cada vez más su presencia en el sistema de salud. En principio, los beneficios podrían ser muchos, ya que es capaz de aligerar las listas de espera y la sobrecarga de las consultas, simplificar la burocracia y optimizar recursos, evitando desplazamientos innecesarios tanto de los pacientes como de los profesionales. Sin embargo, pese a que muy pocos ponen en duda el futuro telemático de la medicina, es en el ámbito de la urgencia donde su aplicación plantea mayores recelos.
“La asistencia a través de una pantalla es una falta de respeto para los pacientes, una ilegalidad y un peligro“
“La asistencia a través de una pantalla es una falta de respeto para los pacientes, una ilegalidad y un peligro”, expresa a RTVE.es Carmen Flores, presidenta de la asociación El Defensor del Paciente, quien destaca que este procedimiento puede conllevar “errores en el diagnóstico y en la medicación”, además de “invadir la confidencialidad de los pacientes, ya que no sabemos quién está detrás de esa pantalla, ni quién está escuchando esa conversación”.
“Una de las cosas indispensables para un diagnóstico es que el médico te vea y que te toque. La teleasistencia puede estar muy bien para la burocracia, para el papeleo, pero para ver a un paciente y tratar una patología es una humillación meter a esta persona en un cuarto y ponerla frente a una televisión”, apostilla.
Flores destaca la frialdad de este procedimiento, también para pacientes que no requieren inmediatez en el diagnóstico. “Incluso para el seguimiento de personas con una enfermedad crónica, que tienen que ir de vez en cuando para que los valoren, ese persona necesita hablar con su médico, tenerlo enfrente y hablar con él cara a cara”, opina. Hasta este momento, asegura, las únicas denuncias sobre telemedicina que su asociación ha recibido se han centrado en la Comunidad de Madrid, como ha sido el caso de Sagrario.
Sagrario describe cómo, en el Hospital Rey Juan Carlos le hicieron pasar a un cuarto, donde había un monitor y una cámara, con los que se pudo comunicar en tiempo real con una doctora. “Me preguntó que qué había cambiado para que decidiese acudir a urgencias, y yo le respondí que no podía caminar y que se me dormían las piernas. Ella se limitó a recetarme lo mismo que ya tenía recetado por mi médico de cabecera más un nuevo analgésico, y yo salí muy mal de allí, con la sensación de que no me habían hecho caso”, prosigue, mientras recalca que, como paciente, solo acude a urgencias cuando cree que es “realmente necesario”, para “no abusar” de este servicio.
Circuito de Urgencia Digital
La Consejería madrileña de Sanidad apenas tiene dudas sobre la teleasistencia, y considera que este modelo implantado en la comunidad autónoma, que ha sido bautizado como Circuito de Urgencia Digital, supone “un avance” que ayuda a optimizar la atención a los pacientes, por lo que prevé incrementar progresivamente el número de casos atendidos a través de este sistema.
Una valoración similar a la del Grupo Quirón Salud, encargado de la gestión de los cuatro hospitales de titularidad pública mencionados inicialmente, donde se está aplicando este modelo desde primavera. “El proyecto responde eficaz y eficientemente a las necesidades derivadas del crecimiento de la demanda en las urgencias, que ha aumentado hasta un 15 % al año por centro hospitalario, lo que, sumado a las numerosas bajas causadas entre el colectivo médico precisamente por la pandemia, ha incrementado el número de pacientes atendidos por cada facultativo en dichos servicios”, valoran fuentes del grupo empresarial privado.
Quirón Salud destaca que su Circuito de Urgencia Digital está destinado a “los procesos más crónicos y menos emergentes por los que los pacientes acuden a los servicios de urgencias hospitalarias”, y puntualiza que si el médico considera necesaria la atención presencial del paciente, coordinará la presencia física de este en el hospital.
Un “acto médico arriesgado”
Más allá de los cuatro hospitales públicos de gestión privada, la Consejería madrileña de Sanidad podría estar estudiando ampliar la atención no presencial en urgencias al resto de centros hospitalarios de la comunidad autónoma, y prueba de ello es el proyecto piloto que se llevó a cabo a finales de julio en el Hospital del Tajo, situado en la ciudad de Aranjuez. Javier Ortega trabaja allí como cirujano general, y también es presidente de Atención Hospitalaria de AMYTS, el sindicato mayoritario entre el personal médico madrileño. “La telemedicina usada en la urgencia es peligrosa, tanto para el usuario como para el profesional”, afirma con rotundidad a RTVE.es, al mismo tiempo que subraya que en este ámbito “no existe un marco regulador específico que proteja la seguridad jurídica y legal del médico”.
“Tocar al paciente es básico en la urgencia.“
Para Ortega, la telemedicina y las nuevas tecnologías “son beneficiosas en ciertos procesos asistenciales, pero no en la urgencia”. En este caso, considera que se trata de un “acto médico arriesgado”, ya que los profesionales sanitarios, a la hora de desempeñar su trabajo, no cuentan con un “arma básica” como es la “exploración física”, que está considerada “un gold standard o regla de oro en medicina”. “Tocar al paciente es básico en la urgencia, ya que es fundamental el contacto con el paciente, explorarle, palparle, auscultarle, verle las conjuntivas… En la pantalla de plasma se pueden pasar muchas cosas”, advierte.
“Los cambios tecnológicos son buenos, -opina el representante de AMYTS-, pero siempre que haya un cambio así tiene que haber un consenso”. “Las sociedades médicas tienen que estar de acuerdo, tiene que haber un consenso de los colegios profesionales, de los propios usuarios y de los médicos, y también de los gestores y de los sindicatos. Pero aquí los únicos que han tomado la iniciativa han sido los gestores, sin consultar al resto”, critica.
Telemedicina en atención primaria
Además de integrarse en la dinámica hospitalaria, la telemedicina es una herramienta que también está llamada a adquirir un protagonismo cada vez mayor en la atención primaria, especialmente en el momento de especial incertidumbre por el que esta atraviesa. “La digitalización de la asistencia sanitaria es uno de los objetivos a conseguir”, manifiesta a RTVE.es Alfonso Villegas, coordinador del grupo de trabajo de Innovación Tecnológica y Sistemas de Información de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), quien cree que “la consulta no presencial es algo que ha venido para quedarse”.
Este médico de familia pone énfasis en la utilidad de la telemedicina aplicada a determinados ámbitos en los que puede resultar más difícil acceder a una asistencia sanitaria adecuada, como las zonas rurales, los buques hospital o las grandes catástrofes. “Puede haber personal entrenado que aplique un fonendo, un ecógrafo o genere un electro, y luego haya una persona en remoto que lo interprete y dé una pauta de actuación, de la misma manera que ya se está haciendo telefónicamente y en la atención de llamadas por servicios de urgencias y emergencias en España”, explica, aunque deja claro que “el hecho de que se haga una consulta telemática no puede ir en detrimento de la calidad de la asistencia del paciente”.
“La telemedicina no debe sustituir a la atención médica presencial, sino complementarla“
Aunque no es lo mismo la telemedicina aplicada a la medicina de familia que a la urgencia hospitalaria, a pesar de que entre estos dos ámbitos exista una conexión muy estrecha. Para Villegas, el principal defecto de la telemedicina aplicada a la urgencia hospitalaria es la ausencia de conocimiento del paciente, que precisamente sería la principal virtud de la medicina de familia, que favorecería el empleo de la teleasistencia. Por eso, destaca que es “muy importante” conocer al paciente y que este tenga al mismo médico de familia de manera continuada, ya que puede disminuir hasta un 30% el uso de los servicios de urgencia, hospitalizaciones y mortalidad. Así lo constata un estudio que se llevó a cabo en la mayor parte de la población noruega, y que se publicó el año pasado en la revista British Journal of General Practice.
Respecto a la ausencia de protocolos en telemedicina -que no existen ni por parte del Ministerio de Sanidad ni de las comunidades autónomas-, Villegas cree que estos “podrían disminuir la incertidumbre, pero en ningún caso compensarían la falta de exploración física, ya que, a veces, un síntoma que en principio a un médico le ha parecido banal, cuando realiza la exploración, puede cambiar completamente de idea”.
Complemento de la atención presencial
Desde la sociedad que representa, instan a aplicar las nuevas tecnologías “de una manera racional, segura para el paciente y sin pérdida de calidad en la asistencia”. “La telemedicina no puede utilizarse solo para reducir costos o como incentivo para aumentar los beneficios”, asegura Alfonso Villegas, y advierte que esta “no debe sustituir a la atención médica presencial, sino complementarla”.
Ha pasado un mes desde el episodio que llevó a Sagrario a las urgencias del Hospital de Móstoles y sus dolores no han remitido, aunque al menos ya no se le duermen las piernas. Su doctora de cabecera ha regresado de vacaciones, y ella ahora acude a su consulta y sigue sus indicaciones a rajatabla. “Con mi médica estoy más tranquila, e incluso ya me ha regulado la tensión, porque se me disparó con los antiinflamatorios y el disgusto que me llevé de verme tan impotente ante lo que me ocurría”, explica.
Sagrario está convencida de que ya nadie le va a poder quitar completamente el dolor que sufre, aunque su esperanza es que al menos ese sufrimiento físico no le “pueda”. Sobre la telemedicina, al menos la que ella ha vivido, lo tiene muy claro: “Pienso que las videoconferencias solo son válidas para una receta electrónica, o para preguntar a mi doctora dudas puntuales, pero para nada más. Como paciente, no te pueden ver por videoconferencia. Somos seres humanos”.